
La campaña de la Agencia de Investigación de Internet de Rusia, para interferir en las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos utilizando cuentas falsas de Twitter fue mucho más refinada de lo que mucha gente cree, según un nuevo informe de Symantec Corporation. Pero una nueva revelación de académicos de la Universidad de Stanford, prescribe más de 45 recomendaciones de política sobre cómo Estados Unidos puede evitar que se repita la intromisión rusa en 2020.
Este último informe, titulado “Securing American Elections”, representa la culminación de un estudio realizado por un equipo de académicos con experiencia en áreas como la ciberseguridad, los medios sociales, las regulaciones electorales, Rusia y más.
Las recomendaciones se subdividen en siete categorías: reforzar la infraestructura electoral, regular los anuncios políticos en línea de entidades extranjeras, contrarrestar la manipulación electoral por parte de los medios de comunicación extranjeros, combatir las campañas de desinformación sancionadas por el Estado, mejorar la transparencia de la participación extranjera en las elecciones de Estados Unidos, establecer normas y disuadir futuros ataques.
Las sugerencias para mejorar la infraestructura electoral, incluyen la exigencia de registros de auditoría en papel, verificados por los votantes y controles de riesgo limitado, la realización de evaluaciones de riesgo de los sistemas electorales con un punto de vista contradictorio, el establecimiento de normas para el comportamiento digital de los funcionarios de la campaña, la financiación regular de esfuerzos para fortalecer la postura cibernética en las elecciones, la conservación del estatus de los sistemas electorales de EE.UU. como infraestructura crítica y la posibilidad de que los partidos políticos ofrezcan asistencia cibernética a los partidos estatales y a las personas que se postulan para un cargo federal.
Entre los consejos clave para disuadir la interferencia extranjera en las elecciones, se encuentra que Estados Unidos ajuste los niveles de tolerancia al riesgo para las acciones en el ciberespacio. “Para tener más éxito en disuadir el comportamiento del adversario, Estados Unidos debe comenzar por aumentar su disposición a aceptar un mayor riesgo de represalias adversarias, incluyendo las represalias en el dominio cibernético”, señala el informe. “Hoy, los oponentes de EE.UU. cuentan con la aversión americana al ciberriesgo para disuadir las respuestas de EE.UU.”.
También, se alude a los grupos rusos de la ATP que hackean el Comité Nacional Demócrata, así como al presidente de la campaña de Hillary Clinton, John Podesta, y que posteriormente filtran los documentos. Para evitar que acciones similares tengan éxito en el futuro, los académicos del informe están alentando a las democracias de todo el mundo a establecer normas que disuadan a los candidatos y a sus partidos de aprovechar la desinformación y los materiales pirateados para su propio beneficio.
De cara al futuro, el informe predice que la interferencia electoral podría implicar el cambio de los recuentos y registros de votos, así como el sabotaje intencionado de las máquinas y operaciones de votación. Las nuevas y mejoradas tecnologías como las falsificaciones profundas, los motores de generación de texto AI y las redes de robots más sofisticadas complicarán aún más las cosas, continúa el documento.
Además, “se espera que otros actores se unan a Rusia en futuros intentos de influir en el discurso político en línea”, afirma el informe, “ya que las barreras para montar campañas de desinformación dependerán menos de la capacidad informática y técnica disponible, y más de la capacidad de iterar rápidamente entre las estrategias, producir textos en inglés naturalista u otro idioma nativo objetivo, e identificar las vulnerabilidades psicológicas en un segmento objetivo del electorado”.
Si algunas de las prácticas recomendadas en el reporte de Stanford hubieran estado en vigor en 2016, tal vez Estados Unidos podría haber silenciado el mal uso de Twitter y otras cuentas de medios sociales por parte de Rusia en su intento de influir en las elecciones de 2016 en Estados Unidos a través de una mezcla de desinformación, propaganda y contenido incendiario diseñado para sembrar la discordia entre los estadounidenses.