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La sanidad cibernética

Por CSL.

El ser humano se caracteriza por su creatividad y subversión, por su capacidad de amar y odiar (a veces simultáneamente), y por su capacidad de transformarse en un predador de sus propios congéneres sin motivaciones demasiado justificadas, como el  hambre, la defensa propia o de sus crías, o el seguimiento de un ideal político o religioso. Esta creatividad concebida negativamente, considerando el infinito mundo de oportunidades que nos ofrece el avance de la tecnología, nos obliga a enfrentarnos cada día a un complejo mapa delictual cibernético, donde el robo de identidad, la invasión de cuentas personales, la destrucción o robo de material clasificado, el tráfico de materiales prohibidos, personas e identidades, son una pequeña enumeración de figuras delictivas cuya cantidad y clasificación se ha hecho muy compleja.

Mantener una conducta cibernética confiable y sanitariamente fuera de riesgo, dejará de ser un tema personal para transformarse en una necesidad de Estado. Las alianzas de seguridad regional, hemisféricas y continentales, serán los nuevos desafíos que deberán resolverse antes de concluir la próxima década.

En un reciente encuentro en el Colegio Martin School de la Universidad de Oxford, se concluyó (con la prognosis correspondiente) que los estados, alianzas estratégicas, bloques de Estados e incluso regiones hemisféricas completas, que en los próximos cinco años no cumplan con los siguientes puntos, serán evaluados, catalogados y tratados como áreas infectadas, con una “sanidad tecnológica” poco confiable y sufrirán las consecuencias del aislamiento de la comunidad internacional que se encuentra protegida y “sanitariamente” libre de plagas. Estos puntos son:

  1. Desarrollar estrategias nacionales de ciberseguridad.
  2. Responder con eficiencia y prontitud a incidentes de ciberseguridad.
  3. Desarrollar un marco legal para integrarse al esfuerzo global de aplicación de la ley en forma efectiva frente a crímenes cibernéticos.
  4. Compartir ideas con otros estados o bloques de estados en materia de ciberseguridad.
  5. Realizar inversiones importantes en el entrenamiento y capacitación de RRHH y tecnológicos en materia de ciberseguridad.
  6. Desarrollar protocolos diplomáticos en materia de ciberseguridad.
  7. Implementar un sistema defensivo/ofensivo en materia de ciberseguridad.

Quienes no cumplan con estos requisitos, tenderán a ser migratoriamente proscriptos en las fronteras del ciberespacio, complicándose sus relaciones económicas, culturales, geo-estratégicas y socio-políticas.

Pensando en Argentina, no serán medidas del todos desconocidas para nuestro país. La fiebre aftosa ha perjudicado a nuestro país en varias oportunidades. Se trató de un virus que afectó en varias oportunidades a nuestro ganado, ingresó “ilegalmente” desde un país vecino, siendo una sepa desconocida, a pesar de contar con medidas supuestamente efectivas para los tipos conocidos de esta plaga. Nunca se pudo determinar quiénes fueron los responsable directos de dicha infección. La proscripción que sufrió la ganadería argentina en muchos países llevó a una verdadera política ganadera de estudio e inversión que permitió lograr competitividad a largo plazo. Una situación que tranquilamente podría replicarse en términos cibernéticos.

Sin embargo, vale decir que no se trata de medidas sencillas de concebir y tomar. Debe desarrollarse una secuencia lógica y progresiva, apoyándose en el conocimiento adquirido por estados, organizaciones, empresas y personas con experiencias en la materia. Se considera aceptablemente confiable usar una metodología muy simple pero no menos efectiva en esa secuencia:

Etapa “A”

  1. Definir las deficiencias.
  2. Ver las capacidades.
  3. Analizar los recursos disponibles.
  4. Establecer una política nacional en el tema.

Etapa “B”

  1. Pensar en grande.
  2. Iniciar con pequeños proyectos, de a poco, pero con una secuencia sin pausas.
  3. Desarrollarse en forma rápida y comprensible.
  4. Hacerlo accesible.

¿Y los usuarios comunes?

Como en toda tendencia masificada, no todos son hackers, programadores, analistas y delincuentes cibernéticos variopintos. ¿Qué pasará con el ama de casa, el estudiante primario, secundario, o el profesional de la salud? Se deberá paulatinamente ir creando la conciencia de la profilaxis cibernética en el usuario digital común.

Tener un “virus” en el teléfono o la PC no escandaliza ni preocupa a nadie, menos aún si no perjudica al hardware y se puede seguir utilizando el aparato. Estar contagiado y seguir contagiando es una forma de vivir la cotidianeidad de millones de personas, al menos que se afecte la conectividad o la posibilidad real de ver el preciado instrumento destruido.

Así como el HIV marcó un paradigma en la vida sexual de las personas, es necesario educar sobre cómo ser responsable frente a la factibilidad real y cada vez más frecuente del “contagio” digital. Confiar nuestra seguridad digital en programas y métodos de “venta libre” serán un placebo a corta duración. Deberemos aceptar que uno no compra un seguro de vida o un medicamento controlado en la calle, y cada vez más la figura del profesional especializado en temas de seguridad cibernética será una etapa necesaria y periódica por la cuales todos deberemos pasar. En China (que raro, ¿no?) dicen: “cuando el trueno suena, ya es tarde para taparse los oídos”. Simple pero efectivo, como trató de ser este pequeño artículo.